Este proyecto nace del encuentro entre la vida contemporánea y la memoria construida. Se trata del diseño de un departamento ubicado en el corazón de la ciudad de Córdoba, pensado para una persona que se desplaza con ligereza, en monopatín, y que busca habitar un espacio con alma, donde cada rincón cuente una historia.

El diseño abraza la estructura original del lugar, celebrando la nobleza de los ladrillos a la vista, que dejan al descubierto el pulso del tiempo. Lejos de esconder sus huellas, el proyecto las enaltece, permitiendo que lo antiguo conviva con lo nuevo en un equilibrio sensible. Maderas cálidas y revestimientos de Patagonia Flooring se suman a este diálogo, aportando texturas naturales y una paleta que acaricia la luz.

El departamento se presenta como un monoambiente cuidadosamente articulado, donde cada sector encuentra su lugar sin perder la unidad del todo. Al ingresar, una cocina integrada con comedor da la bienvenida, funcionando como umbral entre el mundo exterior y la intimidad del hogar. Esta disposición otorga un suave resguardo al dormitorio, que se insinúa al fondo, envuelto en luz natural y serenidad.

El corazón del espacio es sin duda ese rincón donde cada mañana amanece con la luz filtrándose cálidamente por las ventanas, acompañada del canto sutil de los pájaros urbanos, pequeños milagros cotidianos que el diseño supo respetar. A un lado, un vestidor se transforma también en refugio creativo, con un escritorio pensado para detener el tiempo y dar lugar a la inspiración. El baño, junto con el lavadero, se reviste de tonos piedra, evocando la calma de la naturaleza y cerrando el recorrido con una atmósfera de cuidado y equilibrio.

La elección de los materiales responde a una búsqueda sensible: la de crear un espacio que se sienta vivo, que respire con quien lo habita. La madera natural recorre paredes y cielorrasos, envolviendo el ambiente en una calidez orgánica que invita a quedarse, a descalzarse, a bajar el ritmo. El piso, con su elegante trama en herringbone composite, aporta movimiento y sofisticación, una danza de texturas bajo cada paso. Este patrón no solo estructura visualmente el espacio, sino que lo enriquece con una identidad contemporánea que no compite, sino que dialoga con los muros de ladrillo a la vista.

En el baño y lavadero, la materialidad se torna más sobria y meditativa: el concrete en tonos grey y ash aporta un carácter sereno y atemporal. Es en esa neutralidad donde se encuentra el equilibrio perfecto, el contraste justo que realza sin imponerse.

Este proyecto es, en esencia, un homenaje a lo simple, a lo auténtico, a la belleza de habitar un lugar que no solo se transita, sino que se siente. Un espacio donde cada amanecer, cada textura y cada silencio construyen una historia que ya es hogar.