Cava Ígnea, un refugio contemporáneo dedicado a la guarda del vino.  Un espacio que reinterpreta la esencia de las antiguas bodegas —lugares sin luz natural.

El nombre Ígnea alude a lo que nace del fuego: la piedra formada por el corazón incandescente de la tierra. Esta inspiración mineral y profunda se manifiesta en el gesto espacial: muros que parecen emerger, suspendidos, como estratos que han cristalizado con el tiempo. No son masas opacas, sino placas que respiran luz, transformando la piedra en un revestimiento vivo, en permanente diálogo con la penumbra.

Las botellas, verdaderas custodias del tiempo y la memoria líquida, se integran tanto en los muros como en un noble mueble lateral que culmina en una obra de arte de Beatrice di Girolamo en madera reciclada, recordando que toda materia puede renacer. Los materiales son esenciales y honestos: piedra, madera y vidrio, en tonos naturales y sin artificios, enalteciendo la verdad de la materia y su origen elemental.

Cava Ígnea está pensada como un santuario para pocos —una pareja, algunos amigos— donde abrir una botella se convierte en un acto íntimo y simbólico. Aquí, el vino deja de ser solamente una bebida para revelarse como un ritual de afecto, amistad, celebración y amor, protegido por la fuerza mineral de la piedra y la calidez del fuego interior.

Un lugar para permanecer.

Para hablar en voz baja.

Para encender vínculos y celebrar el tiempo.